jueves, 13 de junio de 2013

Los amazonenses ancestrales

Por: Dr. Federico Kauffmann Doig
Caracterización de la cultura chachapoya(s)
El modelo arquitectónico chachapoya(s) se define por la tendencia circular de las construcciones, de mampostería de piedras regulares; por ir levantadas sobre plataformas construidas en pendientes; y por estar sus paredes, en ciertos casos, decoradas con figuras simbólicas. A lo expuesto hay que añadir el carácter ciclópeo de algunos monumentos como Cuélap y de conjuntos integrados por numerosos recintos como por ejemplo Olán.
Podría señalarse que las construcciones chachapoya(s) se remontan al siglo IX o X, y que la tradición arquitectónica que les corresponde siguió vigente hasta la llegada de los españoles a su territorio en el segundo tercio del siglo XVI, con las excepciones de aquellas construcciones erigidas por los incas empleando su propio estilo, como es el caso de las ruinas de Cochabamba en la provincia de Leimebamba.
También la presencia de dos patrones funerarios son característicos de la cultura chachapoya(s). Uno de ellos está representado por sarcófagos, colocados verticalmente y emplazados en grutas excavadas en lo alto de los precipicios. El segundo tipo lo conforman grupos de mausoleos; es decir «mansiones de difuntos» construidas como si se tratase de viviendas diminutas, emplazadas en grutas labradas en los acantilados.
En cuanto a la cerámica chachapoya(s), ésta no alcanzó el nivel artesanal de la mochica o nazca; sus cantaritos están frecuentemente decorados con motivos acordonados. En lo que se refiere al arte textil, las telas no eran por lo general coloreadas más que de rojo. Un tejido monumental, procedente de las inmediaciones de Pajatén, muestra estar pintado con figuras de ave. También los chachapoya(s) solían pintar sus paredes, como lo revela una muestra soberbia presente en San Antonio, provincia de Luya, y que escenifica una danza ritual de parejas asidas de la mano.
Origen de los chachapoya(s)
De acuerdo al análisis del material de la cultura chachapoya(s) realizado por las expediciones Antisuyo del Instituto de Arqueología Amazónica, los chachapoya(s) no exhiben tradición cultural amazónica. Sus bienes culturales tienen raíces andinas. Si bien en ciertos casos éstos presentan una fisonomía particular, las investigaciones muestran que sólo se trata de formas que sufrieron modificaciones debido a factores geográficos y de un probable relativo aislamiento.
Es así como veremos oportunamente, con mayores precisiones, que los sarcófagos antropomorfos no parecen ser otra cosa que el remedo de fardos funerarios dotados de máscara de madera propia del llamado Horizonte Medio, cuando imperó culturalmente por costa y sierra lo que se conoce como cultura Tiahuanaco-Huari o Wari. Los «mausoleos» son igualmente expresiones modificadas de la chullpa o pucullo, elemento arquitectónico de carácter funerario de gran difusión en el Perú y también inserto en el marco cultural Tiahuanaco-Huari.
Si buscamos una respuesta del por qué los cordilleranos ocuparon zonas de los Andes Amazónicos, la misma podría señalar que tal ocupación respondió a la necesidad de ampliar la frontera agraria. Esta necesidad sólo puede tener su explicación en el medio geográfico, cordillerano como costeño, caracterizado por sus extensísimas áreas desérticas que se traducen en suelos aptos para el cultivo, limitados e insuficientes para sustentar una población como la peruana ancestral dedicada, desde hace tres mil años, al cultivo intensivo de la tierra y que por lo mismo venía soportando una tasa demográfica creciente.
Esta tesis ha recibido el epíteto de «serranización de la selva», que es palpable en lo geográfico como en lo cultural. Por una parte, al tornarse, con la tala de los bosques tropicales, el otrora selvático paisaje de los Andes Amazónicos en uno yermo que semeja al cordillerano; y, por otro lado, al portar los cordilleranos su bagaje cultural andino a lugares originalmente poblados de floresta amazónica. Este fenómeno, que sigue vigente aún en la actualidad, se repitió en los Andes Amazónicos meridionales, en tiempos del Incario, con la proyección serrana a la zona de Vilcabamba que levantó soberbios exponentes de la arquitectura inca como Machu Picchu.
PRINCIPALES TESTIMONIOS CULTURALES
Seguidamente se comentarán algunos de los testimonios arqueológicos que hablan del esplendor cultural alcanzado por los chachapoya(s) en tiempos preincaicos. Estos se refieren a dos formas de sepultura y a una pintura mural. Finalmente, en capítulo aparte, se ofrecerá una descripción de Cuélap.
Sarcófagos
Aunque el modelo de sepultar valiéndose de ataúdes de contextura antropomorfa y por lo mismo sarcófagos, fue ya mencionada en el Mercurio Peruano (1791) para el área cultural chachapoya(s), y mereció la atención de Louis Langlois (1939) y de los arqueólogos Henry y Paule Reichlen (1950), ésta particularidad de los chachapoya(s) de sepultar a sus ilustres difuntos cayó casi totalmente en el olvido. La Expedición Antisuyo/84 logró localizar, en el sitio de Carajía, el grupo más grandioso de sarcófagos hasta entonces conocido, que permanecía totalmente inédito y aún no trajinado por el hombre, gracias a referencias proporcionadas por Carlos Torres Mas y Marino Torrejón.
Los sarcófagos de Carajía-1 son únicos en su género por su tamaño colosal, que alcanza hasta los 2,50 m de alto, por su cuidadosa elaboración, y por el hecho de que al encontrarse en lo alto de un barranco de difícil acceso los mismos permanecían prácticamente intactos.
Gracias al apoyo prestado por miembros del Club Andino Peruano, les fue permitido a los arqueólogos escalar 24 m de pared rocosa vertical y acceder a la gruta donde están emplazados los sarcófagos, que se encuentra a más de 200 m del fondo de la quebrada.
Carajía-1 está constituido por siete sarcófagos. Un octavo se derrumbó probablemente durante el sismo de 1928, desapareciendo en el abismo. Como quiera que los sarcófagos están lateralmente unidos unos a otros, el que se desplomó abrió forados en los costados de los contiguos. Este hecho permitió reconocer en detalle el contenido de estos sarcófagos y determinar el de los restantes, que de esta manera no tuvieron que ser violentados y permanecen intactos. En el interior del sarcófago abierto se encontraba una momia, sentada sobre un pellejo y envuelta en telas mortuorias. Cerámica y diversos objetos acompañaban al difunto a modo de ofrendas. La datación obtenida por radiocarbono ofreció la fecha de 1460 d.C. + 60. Roedores y aves de rapiña había disturbado el entierro, luego de que el sarcófago derrumbado produjera agujeros en los costados de los sarcófagos contiguos. El sarcófago 1 estaba vacío por haber sido devorado y retiradas del lugar la momia y sus pertenencias.
Los sarcófagos están conformados por grandes cápsulas antropomorfas hechas de arcilla mezclada con palos y piedras. Sólo la cabeza y parte del pecho son compactos. Tanto cuerpo como cabeza están decorados con pintura roja de dos tonos, aplicada sobre una base blanca.
Consideramos que los sarcófagos son evocaciones de la forma típica del fardo funerario costeño y cordillerano correspondiente al período Tiahuanaco-Huari. En efecto, en uno como en otro caso, la forma antropomorfa ha sido sólo dada en cuanto a los contornos del cuerpo humano, sin que se plasmen las formas correspondientes a las extremidades. Hay que remarcar que la cabeza del sarcófago ha recibido tratamiento escultórico, y que el rostro es el resultado de copiar en arcilla máscaras funerarias originalmente hechas de una tabla de madera, recortada en media luna para figurar la mandíbula.
La mandíbula saliente que presentan los sarcófagos debe precisamente haberse gestado al reproducir en arcilla las máscaras funerarias planas trabajadas en base a una tabla de madera. Al parecer los rostros de los monolitos de Recuay, de los cuchimilcos de Chancay y aun del ser representado en el Tumi de Lambayeque, se gestaron en la misma forma.
Otros varios grupos de sarcófagos que se presentan en las inmediaciones y en la comarca han sido, como los de Tingorbamba y de Chipuric, prolijamente documentados por las expediciones Antisuyo.