martes, 5 de noviembre de 2013

El último discurso político de Eduardo Peláez en homenaje a su padre don Mario Peláez Bazán

Una mañana de abril de 1967, una voz cariñosa pero firme me despertó con estas palabras: «Eduardo, hijo, tienes que acompañarme a una gira política a Rodríguez de Mendoza». Esta orden para mí fue la mejor invitación de mi vida, se convirtió en el viaje más espectacular y gratificante que he tenido, pues me dio la oportunidad de compartir con mi padre una de sus facetas más apasionantes: La política, que ocupó más de un tercio de su vida. Mi primera sorpresa fue ver como se transformaba de aquel hombre citadino de traje impecable y conducta refinada, a un jinete de pantalones caqui, botas largas hasta las rodillas, sombrero de cinta y lenguaje prosaico. Nació en mi de inmediato una admiración llena de orgullo, al ver a mi padre montar a caballo con la facilidad y destreza de un gran chalán y decir a voz en cuello y actitud de mando: «¡Arriba compañeros, Mendoza nos espera!» Tres días y dos noches duró el largo viaje, cuestas y bajadas, ríos y quebradas, frío y calor, y otra vez frío y calor, bosques, llanuras y laderas, verde y más verde: eucaliptos, cedros lisos y bosque de palmeras. Al tercer día, el gran valle de Guayabamba que se iba divisando cual telón que se corre poco a poco. De pronto una columna interminable de jinetes que venía a nuestro encuentro. Era sin duda el momento esperado por años entre el líder y su pueblo. Les confieso queridos amigos, que lo que mis ojos vieron, lo que mi alma sintió y lo que escuché y palpé esa mañana llena de sol, esperanzas, cantos, vivas, abrazos y mucha alegría me explicaron después el porqué del entrañable apego de Mario Peláez Bazán a su pueblo, a la política y a su partido. Era que él, desde 1943, había cultivado una relación humana, fraterna, indesligable, solidaria y sincera con esa gente; con el de arriba y el de abajo, con el niño, el joven y el viejo; con el aprista y el no aprista, en una palabra, Mario Peláez Bazán trascendió las fronteras de su partido y desde la provincia, se proyectó a toda la comunidad peruana. En efecto en 1943 y 1944 se enfrentó solo con su verbo, su actitud, su decencia y su carismática personalidad a tirios y troyanos; y mientras unos y otros se dedicaban al insulto, al ataque bajo y a la calumnia, él educaba al soberano, hablándoles por primera vez de los derechos de la persona humana, de los principios y valores de la democracia y de la nueva doctrina del Pan con Libertad que pregonaba el APRA por boca de  Haya de la Torre. El año 1945 significó un gran reto para él, pues tuvo que ganarle a todos y así fue. Pero los adversarios no estaban dispuestos a perder, y usando artimañas y métodos vedados, lograron anular las elecciones en varias jurisdicciones del país, entre ellas las de don Mario. En 1946 sin embargo, el triunfo de Mario Peláez Bazán en las complementarias, fue mucho más contundente y se consolidó como diputado por Rodríguez de Mendoza hasta 1948, periodo en el cual se le recuerda por innumerables obras en Mendoza, Amazonas y el Perú entero. El golpe de estado del General Odría truncó el período constitucional, y puso fuera de la ley al partido del pueblo. Mario Peláez Bazán vivió escondido y a «salto de mata» hasta que fue ubicado, detenido y conducido al panóptico. Allí compartió celda con muchos líderes del APRA. Quien les habla tenía tres meses de nacido y vio su retorno a los tres años. La dictadura en 1956 dio paso al gobierno de Manuel Prado, quien amnistió a los apristas y estos volvieron a la libertad. Varios de esos años, Mario Peláez Bazán se desempeñó como abogado libre y dirigente de su partido en Amazonas, circunstancia que le sirvió para mantenerse en permanente contacto con su pueblo. En 1962 nuevamente candidato del APRA, vuelve a ganar las elecciones, pero estas son anuladas por las Fuerzas Armadas para evitar que Haya de la Torre sea Presidente de la República, hasta que en 1978, vuelve a contar con el afecto y el voto popular, confirmados con su elección a la Asamblea Constituyente. Permítanme, ustedes una licencia. Se afirma que los triunfos obtenidos por quien les habla, en tres comicios limpios y libres, se han debido en gran medida a la herencia política que he recibido de mi padre. Yo afirmó, con orgullo esta noche, que lo que se hereda no se hurta.