martes, 3 de diciembre de 2013

Palabras del doctor Federico Kauffmann en la presentación del libro «Los Chachapoyas»

Señores todos reunidos en esta ceremonia, de Presentación del libro «Chachapoyas» editado por el Banco de Crédito del Perú: Entre las diversas expresiones culturales que alcanzaron su desarrollo con anterioridad al Incario, figura la que se conoce como Chachapoyas. No obstante ostentar proezas arquitectónicas asombrosas como Kuélap, aquella monumental construcción cuyas murallas se elevan hasta por diecinueve metros, la cultura Chachapoyas permanecía prácticamente ignorada hasta hace pocos decenios. Este hecho ha llegado a su fin, gracias al portentoso volumen que hoy presenta el Banco de Crédito del Perú en esta ciudad. Es por lo mismo un deber que tributemos nuestro agradecimiento, en particular a su Presidente que nos acompaña, el señor Dionisio Romero Paoleti; sin olvidar de recordar, en este contexto a su señor padre, don Dionisio Romero Seminario, quien siendo Presidente del BCP dispuso la creación de la serie Colección Arte y Tesoros del Perú que, anualmente está integrado por un denso y lujoso volumen destinado a difundir los logros culturales desarrollados en nuestro país a lo largo de milenios de su pasado histórico. Son ya 40 los tomos que comprende la Colección Arte y Tesoros del Perú que publica el BCP. No puedo dejar de mencionar en este contexto a los artífices encargados de velar año a año por la publicación de los tomos del BCP, señores Luis Nieri y Álvaro Carulla que ha tomado la posta con singular brillo. Los Chachapoyas no ocuparon todas las zonas altitudinales de los Andes Amazónicos norteños, y es de tener en cuenta que sus asentamientos principales se levantan en espacios que fluctúan entre los dos y tres mil metros sobre el nivel del mar. Lo confirman los sitios arqueológicos de Pajatén (2 850 metros) y Kuélap (3 000 metros). La circunstancia de que los Chachapoyas se asentaran en espacios altitudinales similares a los ocupados por los moradores cordilleranos de otras culturas, y, en vista que los elementos culturales de los que eran portadores los Chachapoyas no acusen raigambre amazónica sino cordillerana, son primeros pero claros indicios que hablan en favor de su origen andino. Estas más otras consideraciones, son las que conducen a proponer la hipótesis de una «andinización» de los Andes Amazónicos norteños consumada por los Chachapoyas primigenios. Los primeros Chachapoyas debieron ocupar los Andes Amazónicos norteños en torno a los años 800 a 1000 de nuestra era, acaso en el marco de un proyecto estatal consumado en las postrimerías de la etapa Tiahuanaco-Huari o Wari (Horizonte Medio II). Siendo agricultores intensivos, los primeros Chachapoyas, al ocupar los Andes Amazónicos norteños debieron enfrentar diversos retos. Por ejemplo el tener que talar árboles y desbrozar la maleza, con el fin de lograr áreas cultivables. Es de suponer que la función de sus edificaciones, como Kuélap por ejemplo debió ser el fungir de centros de administración de excedentes de comestibles si bien, a la par, como sedes de culto y rituales. Estas acciones se limitaban en lo fundamental a implorar la benevolencia de la divinidad que según se presumía ejercía control total sobre los fenómenos atmosféricos. Ésta era imaginada como un Dios del Agua. Su misión era el fecundar los campos de la Diosa Tierra o Pachamama; sin embargo para cumplir su rol exigía tributos y frondosos rituales. Los excedentes obtenidos con suma laboriosidad eran almacenados; algo indispensable para hacer frente a años improductivos causados por vaivenes climáticos, tales como los que produce el fenómeno de El Niño y que en esta parte del mundo viene golpeando por siempre y con particular rudeza. Los Chachapoyas no solo fueron eximios arquitectos, como lo demuestra Kuélap, Pajatén o Purunllaqta. También eran refinados litoescultores y desarrollaron proezas en cuanto se refiere al arte textil. Por igual eran eximios pintores. Lo demuestra la escena plasmada en un muro de las ruinas de San Antonio o Kacta que presenta una escena de danza ritual, única en su género. Al decorar las paredes de sus edificaciones públicas desplegaban también gran talento artístico, al plasmar símbolos geométricos evocadores de su religiosidad. Como los andinos en general, los Chachapoyas veneraban intensamente a sus difuntos. Al cadáver se le daba posición fetal y era cuidadosamente arropado hasta formar un «fardo funerario». Los mismos eran sepultados en imponentes mausoleos o chullpas [tshiulpa]; al borde de los precipicios tal como se observa en Revash, o los de Los Pinchudos cercanos a Pajatén. Un elemento cultural que no se repite en ninguna otra cultura arqueológica del Perú, es el sarcófago. Cada sarcófago de aspecto antropomorfo y colocado verticalmente, conserva en su interior a un purunmachu, o sea el cuerpo de un gentil embalsamado y arropado. Los sarcófagos más espectaculares son sin duda los presentes en la gruta de Karajía, los que hace algunos años tuvimos la satisfacción de haberlos estudiado y dado a conocer al mundo. Al arribo de los españoles los Chachapoyas conformaban una de las principales naciones del Incario. Su incorporación al Tahuantinsuyo no fue empero tarea fácil, dada la obstinada y prolongada resistencia, que los aguerridos Chachapoyas opusieron a la expansión cuzqueña. Señores: Recordemos a los forjadores de la portentosa cultura Chachapoyas, rindiéndoles un fuerte aplauso.