viernes, 3 de agosto de 2012

Jorge Merino Tafur: Hombre epónimo

Por: Luis Arista Montoya

Toda época – sea en estado de progreso, de normalidad o de crisis – tiene hombres representativos que contribuyen eficientemente al desarrollo de su sociedad, a su historia pacífica, o a salir de una crisis como la que padece actualmente el Perú.
Cuando un hombre no solo es representativo, sino se la juega comprometiéndose a favor del bien común de sus contemporáneos, se torna en HOMBRE EPÓNIMO. En tal sentido, el chachapoyano Jorge Merino Tafur – de dimensión profesional peruana y latinoamericana – es un hombre epónimo, es decir, una persona representativa de su época, de su pueblo, de su país, de hogar familiar y de su generación humana y profesional.
Epónimo proviene de época. Jorge Merino ha asumido plenamente su época, mediante las herramientas de su formación en ingeniería de minas, pero sobre todo en base de la formación moral que lo inculcaron sus padres y sus maestros, como el célebre y polémico matemático Eleuterio Trigoso, con quien se agarró pico a pico durante la resolución de una ecuación matemática en pleno concurso público de matemática, cuando cursaba tan solo el cuarto año de secundaria en el glorioso Colegio San Juan de la Libertad: Yachayawasi paradigmático de la formación científica, humanística y moral de muchas generaciones amazonenses.
Desde aquella época, quizá desde antes, Jorge Merino Tafur perfilaba ya su futuro como ingeniero con una sólida formación matemática, pero asentada en valores como la humildad, la bondad, el estudio y el trabajo. Su trayectoria como tecnócrata comprometido lo atestigua así. Porta una rica y viva biográfica argumentativa. Valioso como profesional, bondadoso como persona. Ha desempeñado varios roles académicos y administrativos. Su persona se ha multiplicado en muchos personajes, pero sin perder su calidez y calidad humana como persona de carne-hueso-sangre-espíritu. Basta con mirar su rostro para descubrir en él - a través de su mirada y la nuestra- una auténtica bondad, serenidad y honestidad (hagan la prueba)
En momentos en que prima la intransigencia anti-minera creadora de una nueva idolatría: la ECOLATRÍA, considero que el reconocimiento que le hace la Revista El Torreón como PERSONAJE ANAZONENSE DEL AÑO, resulta plausible y atinado. Pues, más allá y más acá del conguismo (agua sí, oro no, una falsa dicotomía) su vida y obra está ya inscrita en el devenir de la Historia de la Minería Peruana, que tiene larga data y apunta eficientemente hacia el futuro con innovación tecnológica y con estudios de Impacto Ambiental no violadores de la dignidad humana.
Cuando una persona como Jorge Merino Tafur asume el Ministerio de Energía y Minas, sabiendo que tamaña responsabilidad puede mellar aún más su salud quebrantada; en una coyuntura política de entrampamiento del diálogo a causa de la intransigencia de ciertos santos, curas, ateos y fundamentalistas ecolátricos (empollados por ciertas ONGs ), su compromiso con su época es histórica y elogiable. No es culpa suya que el diálogo se haya coagulado, pero él sigue persiguiendo una acción comunicativa con argumentos con vistas al entendimiento. Le caracteriza una ética discusiva, sin subterfugios, sin engaños, sin falsas promesas. En busca del desarrollo de una minería responsable y sustentable.
Ha sabido jugar su pelota (política), la juega y jugará aún. Cometería un gran error político el presidente Humala si es que lo licencia como Ministro. Ha jugado limpio y bien. No por algo, también desde su adolescencia, fue un gran jugador de fútbol en Chachapoyas. Sus quimbas y pases matemáticamente calculados eran magistrales (me cuentan). «Si pasa la pelota el jugador queda; si el jugador pasa la pelota debe ser tuya», fue su ecuación deportiva.
Pero, termino preguntando: ¿Por qué jugó por el club pijo de Higos Urco, y no por el modesto Deportivo Luya Urco, el club de su barrio que lo vio nacer, crecer, amar, obedecer y desobedecer. Según me contaron fue el sanitario (médico) del equipo (mi tío Fortunato) quien lo veía enclenque, no apto para las Grande Ligas, donde jugaban sí sus hijos... ¡Vaya saber, uno! Lo cierto es que ahora he tenido el gusto y la oportunidad de loar a un HOMBRE EPÓNIMO.