sábado, 18 de enero de 2014

Cruzando los límites

Por: Mirbel Epiquién Don Gilberto Flores observa la quebrada Blanco desde la sala, sin paredes, de su casa. El borde del agua está a unos 80 metros de distancia desde donde estamos sentados, pero en el invierno puede llegar hasta un par de metros de la puerta. La quebrada Blanco es uno de los tributarios del río Tahuayo, que desemboca en el río Amazonas y que forma parte del actual Área de Conservación Regional Tamshiyacu – Tahuayo, en Loreto. Don Gilberto, con voz pausada y con esa manera de articular las ideas que solo la sabiduría puede otorgarle a un hombre, nos cuenta que ya han pasado más de 30 años desde que los pobladores de El Chino, San Pedro y Buenavista se organizaron para hacer vigilancia comunal y evitar la depredación de sus animales y peces por parte de foráneos que ingresaban a los bosques, ríos y cochas de la comunidad. Fueron años de experiencia, acuerdos y regulación inter comunal que rindieron sus frutos y hoy en día son una muestra de que la gente puede ser suficientemente capaz de gobernarse a sí misma sin esperar que haya un tercero que lo haga por ellos (Estado, privado). Una característica de la zona del Tahuayo es la inundación estacional. En realidad las inundaciones son normales en esta parte de Amazonía, y sobre todo en el denominado abanico del Pastaza, en donde también se ubica la reconocida Reserva Nacional Pacaya Samiria. Las inundaciones tienen toda una dinámica ecológica, social y económica, y las poblaciones animales y humanas se han adaptado a ella a tal punto que los peces conocen el nivel preciso de la inundación para emprender su marcha río arriba hacia las quebradas dónde nacieron y dejar allí sus huevos para una nueva generación, este proceso de migración se conoce localmente como el «mijano» y también es un fiesta para los pescadores que por esas fechas literalmente hacen su agosto (mes del «mijano»). Bagres, dentones, boquichicos, macanas, zúngaros, mojarras, doncellas y sábalos son esperados en el departamento de San Martín, por donde pasan los miles de peces, buscando sus quebradas de origen. Según Miguel Tang, biólogo, experto en peces amazónicos, San Martín es el mercado ideal para la pesca de Loreto, ya que el mercado es mucho más grande que en Iquitos. Hay que trabajar mucho más en el cultivo y el manejo de ríos y cochas, precisa Miguel. En San Martín también hay un negocio al parecer muy rentable pero aún muy poco sostenible, ambientalmente hablando, es el cultivo y venta de orquídeas. No por nada Moyobamba es conocida como la «ciudad de las orquídeas». El Gobierno Regional de San Martín ha emprendido un esfuerzo por regular esta actividad, teniendo en cuenta que casi el 100% de orquídeas que se venden en Moyobamba, Rioja o Tarapoto provienen directamente de los bosques, salvo algunos cultivadores que han apostado por un manejo más responsable y hoy en día vienen exportando con todos los requisitos de ley. En esta lucha se encuentra Luís Mendo, ingeniero, responsable del sector forestal no maderable del Gobierno Regional. Paradójicamente, todos en San Martín reconocen que la mejor zona para cultivar orquídeas y desde donde provienen la mayor diversidad de ellas no es San Martín, sino Amazonas, el departamento contiguo. Los bosques montanos de Yambrasbamba, en Amazonas, son el paraíso de las orquídeas, me cuenta Marco León, biólogo y experto en cultivo in vitro, él y su equipo han logrado reproducir miles de plántulas en su natal Tarapoto. El cultivo es fácil, los permisos administrativos son eternos, dice Marco. Amazonas no sólo es interesante en orquídeas, últimamente hay dos actividades que han venido incrementándose en este departamento, el turismo y el cultivo de café. El turismo está más enfocado al sector sur del departamento, específicamente en Chachapoyas y Luya, con la llacta de Kuélap y la catarata de Gocta como emblemas. Más al norte del departamento se ha incrementado el cultivo de café. En la cuenca del río Marañón, de Luya y Utcubamba, así como en las partes más húmedas de Bagua, los cultivos de café son la principal fuente de ingreso de los campesinos. Cada año en la época de la «campaña», como se denomina a los meses de cosecha, faltan manos para desgranar el grano rojo de las ramas de los cafetos, y son miles los cajamarquinos que cruzarán el río Marañón desde las provincias de Chota, Cutervo o Jaén, para ofrecerse como «peones» o jornaleros en las cosechas. Muchos se quedarán para siempre como nuevos residentes, otros regresan a sus tierras a cultivar papas, trigo y hoy en día quinua. Le pregunté a don Gilberto por qué se mudó desde El Chino hasta San Pedro, a sólo una hora de camino. Es que El Chino mucho se inundaba, me cuenta, pero ahora las inundaciones cada año son más fuertes, agrega. Me pregunto en silencio a dónde irá don Gilberto cuando las inundaciones también afecten a San Pedro, ese pequeño paraíso junto al río en donde vive ahora. Me pregunto por qué tenemos regiones con límites políticos que a la naturaleza y a los hombres del campo poco les importa, que seguimos empeñados en gestionar una parte de la realidad, que no hemos aprendido aún a conversar, a soñar juntos como un solo país, en donde los límites no existen salvo en nuestros mapas (mentales), estúpidos límites que nos siguen dividiendo.